17.8.07

CARACTERIZACIÓN DE LAS TRINCHERAS: LAS INCIDENCIAS COTIDIANAS


DIAGRAMA. MUESTRA DE SECCIÓN DE TRINCHERAS MODELICAS.

En comentarios precedentes se han insinuado algunas de las razones que condujeron a la estabilización de los frentes, especialmente en el oeste: la proliferación y potencia de las armas de tiro rápido tanto pesadas como ligeras que, entre otras cosas, condujo a la perdida de movilidad en los escenarios de combate por la anulación de la caballería como factor de choque y penetración; y la existencia de ingentes masas de infantería, transportadas por ferrocarril allí donde la exploración ( también muy potenciada por la introducción de la vigilancia aérea ) indicaba la presencia de una amenaza, lo que disminuía la posibilidad de encontrar espacios desguarnecidos. La gran respuesta defensiva fue la aplicación sistemática de la trinchera. Formadas al comienzo por meras zanjas excavadas en la tierra o la roca, los depósitos extraídos servían para elevar toscos parapetos. Con el tiempo ese material suelto fue introducido en sacos terreros para darle mas consistencia ante la lluvia y las explosiones, las zanjas fueron forradas con tablones de madera para darles solidez evitando los derrumbes de barro y se añadieron refugios de hormigón, blocaos y pequeños fortines. Frente a ellas se erigieron densas barreras de alambre de espino para dificultar la progresión de los infantes enemigos.

El empleo de trincheras, especialmente en los asedios, era una práctica habitual desde la antigüedad revitalizada en el siglo XVI por la introducción de las armas de fuego y la necesidad de cubrirse ante ellas. En algunos de los conflictos de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX recobraron plena vigencia ( guerra de secesión americana, guerra ruso-japonesa, guerras balcánicas ), donde demostraron ser un medio eficaz para resguardarse del cada vez mas demoledor potencial de fuego ametrallador, en el duelo por posiciones estáticas tales como ciudades o fuertes, donde los expuestos y sobresalientes muros perdían todo valor y lo ganaban los puestos subterráneos. FOTO. UN FRANCOTIRADOR ALEMÁN EN UNA TRINCHERA.

La vida cotidiana en ellas durante 1914-1918 no era fácil. La proliferación de ratas entre los detritus y los cadáveres insepultos de hombres y bestias eran un problema de salubridad y repugnancia, pero enemigos más diminutos, los piojos, suponían incluso un riesgo mayor de enfermedades. La incomodidad podía ser máxima en los periodos lluviosos o gélidos, provocando síndromes varios como la congelación o el " pie de trinchera " al tener que permanecer largos periodos de tiempo en zanjas anegadas y expuestas a los elementos. A pesar de todo, la trinchera suponía un importante elemento de salvaguarda de la vida humana, y se hicieron esfuerzos por mejorar su salubridad y comodidad, edificando sistemas de drenaje, refugios, letrinas, recogida de desperdicios, etc.




Al prolongarse el tiempo de permanencia, mas complejas y consolidadas se volvían en su diseño, imponiendo una rutina de construcción de trincheras de comunicación, relevos, abastecimientos y reparaciones cada vez mas centradas en las horas nocturnas, para escapar del escrutinio de la aviación enemiga o del fuego de hostigamiento. En la Primera Guerra Mundial la lucha no cesaba ni en invierno ni durante la noche, sino que se prolongaba continuamente. Los frecuentes asaltos nocturnos servían para mantener la tensión entre las pausas que seguían a las grandes ofensivas o en los sectores "tranquilos", reafirmando el espíritu combatiente de los hombres y la supremacía sobre la "tierra de nadie" que se extendía cientos de metros ( o discurría a solo decenas, según los casos ) entre las alambradas de los contendientes. Lo resumía más tarde un veterano inglés, Vicent Weeks: "con su barro, su fango y sus bichos, con sus patrullas en la tierra de nadie, con el reparto de raciones todas las noches. Grupos de trabajo y de entierro, con víctimas permanentes provocadas por proyectiles, bombas, minas y francotiradores, incursiones y pequeños ataques, con sus horas de frío y humedad, de aburrimiento e incomodidad, compuestas por minutos de peligro mortal ".

FOTO 1. MASAJES PARA PREVENIR EL PIE DE TRINCHERA. FOTO 2. UNA TRINCHERA ANEGADA
Se podían dividir las trincheras en tres complejos: el del frente, que constituía la línea de combate propiamente dicha, donde la exposición al peligro era máxima; el de apoyo ( segunda línea ); y el de reserva ( tercera línea ). Durante sus periodos de servicio, las unidades iba rotando en turno por cada uno de ellos. Incluso, como reflexionaba un participante, Stuart Cloete, esa división en tercios se podía extrapolar a la retaguardia dividiéndola a su vez en 3 franjas: "( todas las trincheras fortificadas ), donde únicamente se encontraban los hombres que combatían ; la siguiente zona era la casi inmune al bombardeo, donde estaban los servicios del Ejército, los centros de atención a los heridos, los establos para los caballos, y probablemente el armamento pesado. También había algunos civiles y se podía comprar vino, comida y mujeres (...); y por último, las áreas más alejadas del frente, cuyos habitantes eran ancianos, niños y mujeres virtuosas. Podía decirse que la situación era igual en el bando alemán."


El luego famoso mariscal Erwin Rommel, siendo en enero de 1915 un joven "leutnant" ( teniente ) de 23 años al frente de la 9ª compañía destacada en el bosque de Argonne, describía las condiciones de vida en los improvisados alojamientos en primera línea: " El refugio de mando que compartía con un jefe de sección tenía un metro y medio de alto y contenía una mesa y un catre hechos de listones de haya atados con alambre y bramante. Las paredes eran de tierra desnuda y caían hilillos de agua constantemente (...) a través del techo, que estaba hecho con dos capas de troncos de roble y una fina capa de tierra (...) Para estorbar nuestras partidas de trabajo, el enemigo nos rociaba frecuentemente con fuego de armas cortas, Desagradable como era esto, detestábamos los ´Rastch-Bumms´ más aun debido al corto intervalo de tiempo entre su descarga y el impacto"




Como muestra de las disposiciones de régimen interno vigente en las trincheras puede servir el documento 2662 del "War Office" británico establecía el “Reglamento de Trincheras del Batallón de Infantería”, en el cual se estipulaba la obligatoriedad de portar el equipo noche y día, mantener los visores de los fusiles siempre montados “debido a la cercanía de las trincheras enemigas”, y asegurarse de que los disparos se realizaran rasantes y no altos, porque la propensión era a efectuar 90 altos por cada rasante, que era los que aseguraban blancos incluso de rebote. Esa primera desproporción natural de los bisoños se debía a que los disparos rasantes exigían exponerse mucho más…
 

También aparecen normas de construcción, como la del espesor de los parapetos que “ no debía ser de menos de metro y medio (…) para que realmente proteja de las balas

El artículo 33º contenía un macabro recordatorio: mencionaba la obligatoriedad de enterrar los cadáveres a más de 300 metros de las posiciones, lo cual muchas veces era imposible de cumplir con aquellos que habían perecido en la “tierra de nadie”, puesto que los francotiradores bloqueaban su recuperación.





CUADRO. COMPOSICIÓN HABITUAL DE UN REGIMIENTO ALEMÁN DEL FRENTE

1 Regimiento = 3 batallones

1 Batallón incluye:

- Plana Mayor

- 3 Compañías de infantería ( cada una de ellas reunía 252 hombres distribuidos en 3 secciones; cada sección tenía 84 hombres divididos en 4 pelotones de 18 hombres cada uno. Finalmente un pelotón se formaba con dos "gruppe" (equivalente a una escuadra) de 1 cabo y 8 soldados cada uno.)

-1 Compañía de ametralladoras ( dotada con 6-12 maquinas modelo MG-08, cuyo cuerpo pesaba 25 kg, y 63 kg en total incluyendo el soporte y el refrigerador )

- 1 Destacamento de morteros ( los "minenwerfer", modelo ligero de 76 mm, alimentado con proyectiles de 4,60 kg y alcance de 1.050 metros )

- 1 Destacamento de transmisiones ( dotado con 8 lámparas que usaban baterías eléctricas)

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