9.9.12

ÓBITO DEL EMPERADOR FRANCISCO JOSÉ: EL FINAL DE UNA ERA

El  venerable emperador de Austría-Hungría,  Francisco José, cumplió en 1916 nada menos que 68 años de reinado, convertido en una solemne figura paternal, a todos los efectos  un factor de vinculación de primer orden entre las diferentes nacionalidades del imperio multiétnico de los Habsburgo. En definitiva, la reverencia hacia  la persona del monarca  representaba  casi el último elemento emocional que unía a la población del país.

Las preocupaciones y agobios provocados por los altibajos del conflicto desde julio de 1914 habían mermado las capacidades de Francisco Jose, que por otra parte tenía la longeva edad de 87 años.  A pesar de ello, seguía manteniendo el temperamento característico del que había hecho gala en su dilatada existencia. Un estilo de vida tradicionalista,  basado en un fervoro catolicismo que le había servido de sostén frente a las numerosas peripecias políticas y  los abundantes dramas familiares a lo largo del tiempo: el fusilamiento en Querétaro en 1867 de su hermano Maximiliano postulado como efímero  emperador de México; el supuesto y turbio suicidio de su  hijo único Rodolfo y la amante de este, la baronesa Vetsera, en Mayerling en 1889; el asesinato de su esposa Isabel, la popular "Sissi", en 1898 a manos del terrorista anarquista Luigi Lucheni; y finalmente el atentado mortal contra  su sobrino y heredero Francisco Fernando y su esposa en Sarajevo en junio de 1914 que a la postre había sido el desencadenante de la guerra que estaba transformando la faz del mundo.

Curtido por las desgracias, la rutina de sus tareas y sus austeras costumbres personales le habían permitido sobreponerse. Se levantaba de madrugada, disponía la lectura de los boletines del Estado Mayor respecto al curso diario de las operaciones militares y las carpetas de noticias internacionales recopiladas por los asesores. Firmaba disposiciones, discutía informes y departía con los miembros del gobierno, funcionarios o cualesquiera personalidad relevante que recibía en audiencia.

Los problemas pulmonares lo acosaban, aunque en noviembre de 1916 seguía fumando como acostumbraba y manteniendo su ritmo de trabajo.  Aunque cumplía sus tareas y concedía audiencias como de costumbre sus dos médicos, Kerzl y Ortner, estaban cada vez mas inquietos por el palpable deterioro físico de su paciente. La archiduquesa Zita, esposa del príncipe heredero Carlos, sobrino nieto del anciano emperador, se alarmó y el 12 de noviembre le envió a su esposo, que se encontraba en Transilvania dirigiendo la campaña contralos rumanos, un telegrama  pidiéndole que regresara a Viena cuanto antes.

Poco después, el 20 de noviembre, los médicos le detectaron a Francisco José una grave congestión pulmonar. El 21 de noviembre se levantó a las cuatro de la madrugada, y trabajó en su despacho, como de costumbre, hasta las ocho en punto de la mañana. Tenía  fiebre, pero no quiso alterar su ritmo de vida, rígido y preciso.

A eso de las once fueron a visitarle Carlos y Zita,  pidiendole que se sentara. Para el anciano aquella trasgresión de la etiqueta resultaba inaceptable: no debía mostrar debilidad en presencia de una dama. Pero en esta ocasión su estado físico pudo más que la severa etiqueta que había presidido su vida,  porque al despedirse de ellos regresó exhausto a su mesa de trabajo. Se acostó a la hora prevista y las ocho y media de la noche se despertó agonizante. Avisaron a Carlos y Zita, que estuvieron presentes cuando le dieron la extremaunción. A las nueve y cinco en punto expiró.

FOTO. IMAGEN PÓSTUMA DE FRANCISCO JOSÉ


El ceremonioso velatorio se instaló en Schönbrunn, donde grandes multitudes compungidas ( y sobrecogidas por el destino incierto que se abría ante ellas ) le rindieron homenaje durante el 23 y el 24 de noviembre. Un majestuoso y concurrido desfile fúnebre con la participación de Carlos, Zita y los principales dignatarios condujo el féretro hasta la catedral de San Esteban y de allí a la cripta de la iglesia de Los Capuchinos, donde los restos de mortales Francisco José fueron depositados junto a sus antepasados Habsburgo y a los de su esposa e hijo.

FOTO. CARLOS I, EN SU PRIMER ACTO OFICIAL COMO NUEVO EMPERADOR, ACOMPAÑADO DE SU ESPOSA ZITA, CUBIERTA CON SU VELO DE LUTO. 
FOTO. LA NUEVA EMPERATRIZ  RECIBE UN RAMO DE FLORES DURANTE EL FUNERAL

El anciano emperador fue sustituido inmediatamente por su sobrino nieto, ahora Carlos I. Los desafíos que debía encarar eran formidables. El enorme sacrificio militar incrementaba la presión sobre los recursos disponibles, y acentuaba las rivalidades y quejas de las nacionalidades, singularmente los checos y servios opuestos a la guerra que constituyeron comités clandestinos en el interior y públicos en el exilio  abogando por la independencia, alentados y financiados por los Aliados. Los  marxistas también aportaron su parte en la creciente agitación, con el asesinato  del jefe de gobierno Karl Von Stürgkh  a manos del socialista Friederich Adler un mes antes de la desaparición de Francisco José. A pesar de su falta de experiencia Carlos era muy consciente de los graves problemas centrífugos que amenazaban la integridad de su herencia e intentó ganarse la simpatía de los grupos opositores con una serie de medidas liberales y de respeto a las minorías nacionales. Pero esto solo agudizó las contradicciones de la monarquía danubiana, porque sus gestos fueron interpretados como actos de debilidad por sus adversarios, que recrudecieron su rechazo al estado dual, y al mismo tiempo le malquistaron con sus aliados alemanes y con los partidos pangermanos y húngaros, que lo consideraron poco fiable y desleal para con sus intereses.

Estaba claro que, fuera cual fuera el resultado de la guerra, el ordenamiento austrohúngaro de 1867 no sobreviviría  intacto. Estaba por ver en que condiciones se produciría el cambio.

Por otra parte, Carlos I relevó casi inmediatamente al mariscal Conrad von Hotzendorf por el coronel general Arz von Straussenburg. A pesar de su brillantez teórica y su carisma, Conrad había asistido impotente a la erosión de las fuerzas armadas, con tres millones de muertos o heridos, y el nuevo emperador le retiró su confianza, entre otras cosas porque Conrad se oponía a la cada vez mayor dependencia respecto al socio alemán

4.9.12

RUMANIA SUCUMBE

El ejercito rumano enfrentado a una débil resistencia austrohúngara de milicias y grupos improvisados de mineros armados ( alrededor de 30.000 ) solo avanzó tímidamente en el sureste de Transilvania, manteniéndose a la expectativa de que los rusos atravesaran los Cárpatos por Bukovina, suponiendo que semejante fuerza combinada les permitiría irrumpir en la llanura húngara. Para conjurar este peligro los alemanes enviaron 3 divisiones a Bukovina, desde el frente occidental para apoyar a los austriacos del archiduque Carlos y su lugarteniente alemán Von Seekt.


Mackensen desplazó su fuerza, el denominado “ejército del Danubio” que operaba desde Bulgaria comprendiendo tropas búlgaras, alemanas, turcas y austríacas ( posiblemente la colaboración mas estrecha llevada a cabo por los diferentes miembros de las Potencias Centrales en todo el conflicto ) a lo largo de Dobrudja, la llanura costera fronteriza entre Rumania y Bulgaria. Después de que las tropas de Lechitski fueron repelidas de los Cárpatos, en lo que constituyo el último suspiro de la ofensiva Brusilov, los rusos aguardaron a que fueran precisamente los rumanos los que tomaran la iniciativa abriendo los pasos de montaña sorprendiéndolos desde la retaguardia. Falkenhayn aprovechó esta descoordinación entre rusos y rumanos para poner a punto a su IX ejército en el oeste de Transilvania mientras el apurado I ejército austríaco del general Arthur Arz Von Straussenburg golpeaba a su izquierda. Ludendorff, tal vez aviesamente ante la oportunidad de enmendar la plana a su antiguo superior y ahora subordinado, lo “bombardeó” con telegramas que el propio Falkenhayn calificó de “superfluos y anodinos”.



Sus doble ofensiva por los flancos contra el 1º ejército rumano tuvo lugar en un frente de 80 kilómetros de anchura al suroeste y al noreste de Hermannstadt ( actual Sibiu ). Mientras la fuerza principal atacaba la ciudad, el cuerpo Alpino del general Kraft Von Dellmensingen en la derecha se movió tras el enemigo para asegurar el paso Rotenturm ( actual Turnul Rosu ) y bloquear el escape rumano hacia el sur. Los hombres de Falkenhayn irrumpieron tras librar una batalla de cuatro días a finales de septiembre, continuando la marcha hacia oriente frente a una ligera resistencia. Este avance forzó al 4º ejército rumano en el norte a retirarse, permitiendo a los austríacos de Von Straussenburg alcanzar las fronteras de Moldavia aunque allí el endurecimiento de la resistencia y las nevadas los detuvieron.

Entretanto Mackensen descargaba su golpe desde el sur; a primeros de septiembre asedió Turtuki, un complejo fortificado a orillas del Danubio que algunos rumanos bautizaron pomposamente como “nuestro Verdun”, aunque las dos divisiones que la custodiaban capitularon inmediatamente…Silistria, la otra gran fortaleza rumana en el Danubio y puerta a la región costera de Dobrudja cayó poco después. A finales de mes Mackensen amenazaba el puerto de Constanza, principal salida al mar Negro del país balcánico, e importante depósito de suministros.

Ante la esperanza que abrían estos triunfos de conseguir un rápido colapso del nuevo socio de los Aliados, Ludendorff atendió las peticiones de envío de refuerzos, apreciando la posibilidad de atrapar a sus enemigos en Valaquia, y ordenó a Max Hoffmann, ascendido a jefe de estado mayor del Oberost tras la promoción de Ludendorff, que transfiriese 3 divisiones de infantería y 2 de caballería al sur.

El 10 de octubre los rumanos fueron completamente desalojados de suelo austrohúngaro. Mackensen y su jefe de estado mayor Gerhard Tappen gastaron varias semanas cohesionando sus heterogéneas tropas, que sostenían un frente de unos 100 kilómetros entre el Danubio y el mar Negro al acecho de Constanza. El día 19, una vez preparado, Mackensen emprendió el avance desmoronando instantáneamente las líneas enemigas y el 23 de octubre se apoderó del codiciado puerto y de grandes depósitos petroleros sitos en él. Tras una indicación de Ludendorff dispuso su fuerza principal hacia el suroeste, donde se preparó para cruzar el Danubio. Al mismo tiempo el IX ejército forzó los pasos de los Alpes Transilvanos y descendió a las planicies de Valaquia. Falkenhayn había tanteado los desfiladeros desde finales de octubre, apreciando más posibilidades en los pasos Vulcan y Szurduk en el flanco derecho; la complicada tarea de forzarlos recayó sobre el general Kühne con 4 divisiones de infantería y 2 de caballería. Parte de ellas fueron equipadas con útiles especializados de montaña.

Entre las unidades que participaron asegurando los picos dominantes sobre esos pasos se contaba el batallón de  montaña de Württemberg,  cuya 2ª compañía dirigía el teniente  E. Rommel. Este escribiría recordando sus peripecias en Muncelul y el ascenso a la Cota 1.794:  " Empezó a llover cuando comenzabamos  a ascender sin el beneficio de un guía. La lluvia se hizo más fuerte mientras la noche empezaba a caer y se volvía al poco negra como la pez. La fría lluvia se convirtió en un aguacero y nos empapó hasta el tuétano. Avanzar más sobre la empinada y rocosa pared era imposible, así que vivaqueamos a ambos lados del camino de mulas a una altitud de 1.510 metros (...) todos los intentos de encender un fuego con madera de pino enano fallaron. Nos reunimos en cuclillas muy juntos envueltos en mantas y medias tiendas y temblando por el frío (...) Finalmente se hizo la suficiente claridad para continuar la ascensión hacia la Cota 1.794 y pronto alcanzamos la línea de nieves. Cuando alcanzamos la cumbre, nuestras ropas y mochilas estaban congeladas, pegadas a nuestras espaldas"


  Kühne atacó el 11 de noviembre y después de seis días de combate consiguió atravesarlos y alcanzar los llanos camino de Craiova, que ocupó el 21 de noviembre. A continuación giro a la izquierda, hacia el este, para alcanzar el río Alt, cuyos puentes habían sido demolidos. Sus destacamentos de caballería exploraron hacía el sur y tomaron el único puente intacto que restaba sobre el Alt, lo que permitió a los destacamentos de Kühne flanquear a parte del 1º ejército rumano, que fue copado cuando trataba de replegarse sobre el Danubio.

MAPA. PRINCIPALES OPERACIONES EN LA CONQUISTA DE RUMANIA, OTOÑO 1916




Mackensen tampoco permanecía ocioso. Cruzaba el Danubio el 23 de noviembre, girando al noreste, y una semana más tarde estaba a solo 20 kilómetros de Bucarest. Simultáneamente a la izquierda de Kühne el cuerpo Alpino se abrió camino por el Roterturm, llegando a Pitesti a fines de noviembre y continuó al norte del río Arges. Este movimiento envolvente abrió el camino a las tropas que aguardaban en Krondstadt , que finalmente rebasaron el paso clave de Pedreal. De todos modos Kühne tuvo que hacer una pausa sobre el Alt, procurando concertar posiciones con el ejército del Danubio a su derecha y con el cuerpo Alpino a su izquierda.

Los rumanos, ante el desastre previsible decidieron jugarse el todo por el todo y contraatacaron al suroeste de Bucarest apuntando al ejército del Danubio con la esperanza de aislar a las unidades avanzadas de Mackensen. Una de las divisiones turcas impidió. Ahora fue el turno del contraataque definitivo de Mackensen cuando la caballería de Kühne empujó adelante abriendo una brecha por la que irrumpió la infantería del IX ejército, a la vez que la unión del flanco izquierdo de Kühne con el derecho de Dellmensingen se transformó en un rodillo en el interior de la Valaquia central. La culminación tuvo lugar el 6 de diciembre con la huída de las autoridades y la caída de Bucarest. Las fotos de Mackensen montando en un soberbio caballo blanco por sus calles fue reproducida por los periódicos alemanes, ávidos de buenas noticias.

A partir de entonces Mackensen recibió el mando del IX ejército y el general Kosch pasó a dirigir el ejército del Danubio. La persecución de las tropas rumanas en franca retirada no pudo explotarse adecuadamente por lo precario de los caminos en pleno invierno. A principios de 1917, con asistencia rusa, los rumanos estabilizaron un frente sobre el delta del Danubio y el bajo curso del Sereth. Pero la mayor parte del país; Valaquia, Dobrudja y el sur de Moldavia quedaron bajo el dominio de las Potencias Centrales, incluyendo sus fuentes de petróleo y cereales, tan necesarios para aliviar los efectos del bloqueo.



Ludendorff estaba exultante. Había temido una dura batalla en torno a Bucarest, aunque la destrucción de los campos petrolíferos de Ploiesti suponía un contrapunto negativo. Pero asegurar el espacio balcánico para las Potencias Centrales después de haber rozado el desastre durante el verano era un premio y un buen auspicio para la recién estrenada dirección suprema del dúo Hindenburg-Ludendorff. La guerra podía continuar. En cambio los Aliados, especialmente Rusia, veían como se esfumaba una de sus cartas sorpresa para resolver en breve la lucha a su favor. La guerra también se alargaba para ellos. Pero seguían teniendo enormes recursos y voluntad de victoria. Tampoco cejaron.