8.1.14

EN LA ENCRUCIJADA: DEBATES DE LA JEFATURA ALIADA DURANTE EL INVIERNO 1917-18. LOS 14 PUNTOS DE WILSON



Los Aliados temían un ataque enemigo de envergadura en el frente Occidental conforme las tropas alemanas abandonaran el casi amortizado frente oriental y fueran transferidas a occidente. Tras el desastre de Caporetto se creó el Consejo Supremo de la Guerra interaliado que inauguró su primera reunión en Versalles en noviembre de 1917. En él se procuró mantener un equilibrio entre civiles y militares para compaginar la disposición de potencial humano y material con las demandas de la lucha. De hecho uno de los impulsores del organismo fue el primer ministro Lloyd George, que esperaba así  controlar indirectamente al díscolo Haig, del que desconfiaba profundamente después del martirio de Passchedaele, al tiempo que servía para resolver a su favor  las profundas discordancias entre el primer ministro y las instituciones militares. En esa tarea fue secundado fielmente por su ministro de la Guerra, el conservador Lord Milner.

Desde el principio la nueva institución suscitó la desconfianza de los comandantes en jefe de los ejércitos francés y británico, a los que se había incoporado John Pershing  por parte del nuevo ejército expedicionario americano en Francia ( AEF ).

  Pese a los esfuerzos conciliadores del coronel House, representante del presidente Wilson en Francia, y de su consejero militar personal, el  general Tasker H. Bliss, destacado en Versalles ante el Consejo Supremo, las diferencias de puntos de vista eran notables. Uno de los más fastidiosos era la insistencia de Pershing en mantener a las divisiones americanas llegadas a Francia ( 4 por el momento, aunque una división americana equivalía en tamaño a dos divisiones de sus socios ) integramente bajo su propio mando. Pensaba que de otro modo el mérito de sus hombres quedaría diluido, o que sus tropas serían empleadas con descuido. Otra diferencia era  el rechazo de Petain y Haig para a alguna de sus unidades a una reserva central.


FOTO. LORD MILNER, MINISTRO DE LA GUERRA BRITÁNICO EN EL GABINETE DE  LLOYD GEORGE; APOYO A ESTE EN SUS ESFUERZOS POR SOMETER AL ESTADO MAYOR Y A LOS JEFES MILITARES DESTACADOS EN FRANCIA.

 Incluso  había discrepancias entre los mandos militates de un mismo país. Pershing no se entendía con el general Peyton March, el jefe de estado mayor en Washington. Otro tanto ocurría entre Haig y Henry Wilson, un francófilo muñidor de la Entente antes de 1914 que había reemplazado a Robertson al frente del Consejo Imperial  en Londres. Tampoco Petain mantenía una relación despejada con Foch, su jefe de estado mayor ( y pronto nombrado jefe del Consejo Supremo Interaliado )

En Francia el  desgastado jefe de gobierno Painleve fue sustituido desde el 16  de noviembre por el inflexible jefe radical Clemenceau "El Tigre",  fervoroso partidario de no ceder ni un milímetro más de terreno. Sus declaraciones cuando fue investido no dejaban duda al respecto: "Nos presentamos ante vosotros con la única idea de una guerra integral. Toda mi política tiende a un solo objetivo:  mantener la moral del pueblo francés a través de una crisis que es la peor de la historia. Mi política interior y exterior son una misma cosa. En política interior hago la guerra. En política exterior hago la guerra. Yo hago siempre la guerra". En cambio Petain era más cauto y no descartaba repliegues parciales cediendo las primeras líneas si fuera conveniente, como contemplaba en su instrucción IV del 22 de diciembre de 1917. Creía que sería el sector de las tropas francesas el que sufriría la embestida germana., especialmente el área de Champaña. Para prevenir esa posibilidad mantenía 60 de sus divisionesen primera línea, 15 en el sector más tranquilo de Alsacia. Conservó 20 divisiones como reserva para su propio sector y otras 4  para ayudar a los británicos, tal como había acordado con Haig.

A su vez, el generalísimo británico pensaba que sería su propio sector el afectado. Había dispuesto 16 divisiones para el 3º ejército de Byng y 14 para el 5º ejército de Gough. Su reserva central había quedado reducida a solo 8 divisiones después de la transfrerencia hecha a Italia para sostener la línea del Piave.

Aún en estas circunstancias desfavorables Haig no había renunciado del todo a su ímpetu ofensivo, que pensaba reanudar en cuanto fueran atendidas sus insaciables demandas de más refuerzos extraidos de las tropas acantonadas en el sur de Inglaterra en prevención de un desembarco alemán desde el principio del conflicto, pero reconocía que durante el próximo invierno solo le restaba mantenerse a la defensiva. No faltaban indicios de que un fuerte golpe alemán estaba por venir. Según un informe de inteligencia de Charteris emitido en diciembre de 1917" A comienzos de la primavera [ de 1918 ] no  más tarde  del principio de marzo, ellos [ los alemanes] desencadenarán un golpe en el frente occidental para forzar una batalla decisiva en la cual lucharan hasta el fin antes de que las fuerzas americanas puedan tomar parte antes de mitad del verano"

Haig se revolvía incómodo en su obligado papel defensivo, pero actuó a la luz de los  alarmantes indicios y convocó a una reunión a sus jefes de ejército después de examinar el informe de Charteris, en la que declaró que debían " dar su inmediata y personal atención a la organización de las zonas de sus ejércitos para propósitos defensivos, y entrenar a las tropas en tácticas defensivas".

Las impresiones del informe Charteris fueron reforzadas por observaciones de la inteligencia francesa pocos días más tarde, que mencionaban grandes concentraciones alemanas en Mezieres. La seguridad del nudo ferroviario de Amiens preocupaba especialmente a Haig, pero sus conclusiones eran ambiguas. Envanecido por el nombramiento como mariscal de campo en enero de 1918 por su valedor, el rey Jorge V, acudió a una cita en Londres con el gobierno en la que expuso que " En mi opinión la mejor defensa sería continuar nuestra ofensiva en Flandes, porque retendríamos la iniciativa y atraeríamos sobre nosotros las reservas alemanas", pero añadió en una conversación personal con Lloyd George:  " Alemania solo tiene un millón de hombres de reserva para la lucha de este año, dudo que si ellos se arriesguen a una tentativa de ruptura. Si los alemanes atacaran sería una jugada de tahur desesperado. Todo parece depender de la discusión entre el partido militar y civil en Alemania. Si los militares ganan el juego, ellos ciertamente atacarán (...) debemos prepararnos para esto"

En el apartado político, la publicación por los triunfantes bolcheviques  a fines de año de los tratados suscritos por los gobiernos de Nicolás II con Francia e Inglaterra dejó al descubierto las intenciones desmedidas de rapiña territorial de los signatarios de la Entente. Atento a la reacción pesimista que esto podría tener en la opinión pública americana y mundial, el presidente Wilson decidió dejar de lado la establecida diplomacia secreta y clarificar los objetivos de guerra Aliados bajo el aliento de los principios de moralidad y autodeterminación de los pueblos. El 8 de enero de 1918, en un discurso ante el Congreso de su país, anunció su contenido estructurado en los llamados  "catorce puntos". Los cinco primeros hacian referencia a  temas generales en las relaciones internacionales tales como  la abolición de la diplomacia secreta, la libertad en los mares, la promoción del comercio sin trabas, los acuerdos de desarme y el arbitraje colonial. El punto 6 pedía la retirada de todos los contingentes extranjeros de Rusia, el 7 y el 8 exigían la evacuación de Bélgica y el norte de Francia, con entrega de Alsacia-Lorena incluida, el 9 la inclusión de las minorias italianas en la metrópoli,el 10  la autonomía de las nacionalidades de Austría-Hungría, el 11 los cambios de fronteras en los Balcanes y el fortalecimiento de Servia, el 12 la  independencia de los pueblos árabes del imperio turco con apertura de los estrechos, el 13 la resurrección de Polonia dotandola de acceso al mar, y en el 14 la creación de una asociación de naciones para prevenir conflictos y fomentar la cooperación. 

Aunque manifiestamente perjudiciales para las Potencias Centrales, su redacción era lo suficientemente ambigua como para que parte de las poblaciones de estos los consideraran un punto justo de negociación. A Wilson este importante aspecto no le pasaba desapercibido, y en  sus discursos procuraba siempre  culpabilizar a los dirigentes alemanes acusándolos de militarismo y de ser los únicos responsables del conflicto,  mientras halagaba  al pueblo alemán  al que describía con sentimientos democráticos y le invitaba a derrocar a a sus autoridades.

Por otro lado,  ciertos aspectosde los catorce puntos eran perjudiciales para los Aliados europeos que los recibieron con desdén, aunque intentaron disimularlo todo los posible para no contrariar a su imprescindible  asociado transatlántico.